La vida secreta de los e-books

by mort

Dando una patada a mi Google Reader aparecen aproximadamente un bazillón de artículos sobre e-books. Las mayoría son noticias más o menos aburridas sobre lanzamiento de modelos o rumores del sector. Un segundo grupo son exploraciones y brainstorming colectivo sobre las mejores características del diseño de interacción óptimo del hardware y el software — ¡tienen que replicar la experiencia de un libro en papel! ¡No, tienen que ser todo lo contrario de un libro en papel! — que pueden resultar muy interesantes especialmente si vienen de mis heroes de BERG, pero que en lo colectivo tienden a caer con facilidad en la autoindulgencia y en la irrelevancia.

Hay un tercer grupo, muy reducido, de análisis brillantes sobre las implicaciones culturales, económicas y sociales de una segunda oleada popularizacion masiva de soportes alternativos al papel (la primera oleada es, bueno, por la que estás leyendo esto). de la ausencia de signos visibles sociales cuando se lee con un dispositivo digital:

The device may be rejected because it is closed to casual inspection. The lack of a cover to indicate the content makes it an occult thing, excluding observers as printed texts exclude the illiterate.

Releyendo el post de Matt me he dado cuenta (de hecho, acabo de dejarle un comentario en su blog) de que el problema se presenta con más claridad en los dispositivos multifunción (un dispositivo convergente como un iPhone), dado que en un momento dado pueden estar funcionando como alguno de decenas o centenares de dispositivos individuales. Para entender la diferencia en las facilidades para el reconocimiento y la evocación, imagina estar en un vagón de metro sentado en frente de tres personas concentradas respectivamente en un mapa (¿un turista?), un album de fotos (¿qué fotos llevarán? ¿vacaciones, familia?) y un grueso libro (Cotillea la portada. ¿Es Dan Brown? En ese caso empújale a la vía. ¿Estudia para el teórico del carnet de conducir?). Ahora sustituye los objetos por, digamos, tres iPhones utilizados respectivamente para la consulta de Google Maps, la navegación por el album de fotos y la lectura de un PDF. Esos tres usos te resultan ahora a ti, sentado enfrente, totalmente imperceptibles. Se han perdido tres fuentes de señalización social, tres puntos de conexión, tres posibles conversaciones generadas. En un dispositivo de uso dedicado, por ejemplo para la lectura de libros, la ambiguedad social es menor, aunque no desaparece del todo dado la novedad de la forma del dispositivo, es decir, para todas las personas que no reconocen un Sony Reader al echar un vistazo mientras pasan a tu lado en la calle.

Para compensar estos efectos colaterales indeseados, los procesos de diseño, más allá del software y del hardware enfocado hacia dentro, deben tener en cuenta sus flujos de interacción hacia fuera. Por ejemplo, un dispositivo podría emitir sutiles señales ambientales en función del modo en que estuviese funcionando. Imagina que tu dispositivo-para-todo emite un ligero brillo azul cuando utilizas el GPS, verde cuando funciona para reproducir archivos multimedia, o azul para la lectura. El desarrollar pistas ambientales “ad hoc” que sustituyan a las que se pierden como consecuencia de una mejora tecnológica no es una situación nueva, y se discute de forma bastante sensacionalista en el caso de los coches eléctricos demasiado poco ruidosos (Dan Hill hace un gran análisis de esta situación/exageración).

Ben Hammersley por su parte está escribiendo una serie de posts sobre otro aspecto de la relación del lector de libros electrónicos con su ecosistema, aunque en este caso adopta un punto de vista más macroscópico para explicar los cambios en infraestructura necesarios desde el punto de vista de la industria editorial para realizar la transición a la publicación en las nuevas plataformas

So a real design challenge for e-books isn’t to design the user experience (which is dependent at the end of the day on the device capabilities anyway, which are pretty much unknown) but rather on designing a system that would allow existing publishers to transition their operations from ramshackle print to All Knowing Digital.

Estos artículos proporcionan una visión a dos niveles distintos, el micro de las interacciones sociales y el macro de las infraestructuras logísticas y económicas de soporte, del aspecto más fundamental de la introducción de nueva tecnología, la negociación de su introducción en la práctica social, vastamente más complejo que el diseño industrial de la caja de plástico hacia dentro. Comprender cómo se articulan estos procesos es el paso necesario para diseñarlos y facilitarlos, y es lo que gente como Jan Chipchase o Adam Greenfield pretenden con sus trabajos. La comprensión holística de los distintos niveles de complejidad, micro y macro, conjura los macroscopios que describe Matt Webb:

Macroscopes give us a kind of superpower: an ability to feel the human scale and the grand view all at once.

Es esta habilidad la que nos permite dejar de diseñar objetos aislados para, también en palabras de Webb, diseñar cultura.

Y ahí empieza lo divertido